Este traje de damero de Detectores hace gala de las avanzadas habilidades de corte de Alexander McQueen: Curvadas o cuadradas, al grano o al bies, las piezas del patrón están meticulosamente distribuidas para crear una vibrante ilusión óptica, esculpiendo visualmente el cuerpo. Su técnica, perfeccionada durante su aprendizaje en Savile Row, puede compararse con la del célebre diseñador estadounidense Gilbert Adrian, quien también destacó en la colocación de patrones gráficos en trajes a medida.

Esta chamarra de Juana (otoño/invierno 1998–99) reproduce un daguerrotipo de 1845 de Carl Gustav Oehme, quien fue uno de los primeros en adoptar el medio y quien se formó con su inventor, Louis Daguerre. La superposición de la imagen de Oehme sobre un fondo textil de lentejuelas interrumpe el registro de la impresión, produciendo un efecto de sombra que enfatiza aún más la calidad espectral de la colección de McQueen, que lleva el nombre de la santa mártir Juana de Arco.

En un vestido de Qué carrusel (otoño/invierno 2001–2), McQueen reinterpreta la silueta robe de style de los años 20, con su corte recto y su volumen en las caderas, en un vestido cubierto de lentejuelas con hileras de tul y encaje. Su paleta de colores verdes recuerda la vida nocturna de la República de Weimar en Alemania, que es el escenario de la película Cabaré (1972), una de las inspiraciones del diseñador para la colección.

La moda de principios del siglo XIX sirvió de referencia en el vestido de color morado claro de McQueen con cintura imperio de Supercalifragilisticexpialidocious, así como en dos abrigos de mujer para Núm. 13 (No. 13) inspirados en los fracs de los hombres de la época. Uno de los diseños, con solapas deconstruidas que se abotonan en el cuello delantero, tiene una falda que puede abotonarse en la parte trasera para formar una cola o abotonarse en la parte delantera para crear la falda de un frac, dos estilos que prevalecieron a lo largo del siglo XIX.

Entre los diseños de McQueen inspirados en el siglo XVIII se encuentra este vestido negro y rojo con largos pliegues drapeados en la parte delantera del cuerpo, inspirados en la espalda de una robe à la française. Una referencia a la pechera, que suele adornar el centro delantero de los vestidos de época, aparece en la parte trasera en forma de V del vestido, con lo que se completa la visión del diseñador de la construcción invertida.

En el retrato del joven rey Luis XIII de Francia, realizado por el pintor de la corte flamenca Frans Pourbus II, el artista representa al monarca con una exquisita atención a los detalles, especialmente en el cuello de encaje almidonado, el jubón y las mangas de raso acuchilladas y el bordado de vides doradas.

La colección Irere de McQueen se inspiró en la película La misión (1986) sobre unos misioneros cristianos a finales del siglo XVI en Sudamérica. Un conjunto con un jubón de cuero acolchado ensartado con rosarios es parecido a un grabado de 1580 de una dama de Hendrik Goltzius. Una chamarra de cuero perforada y repujada también recuerda la moda de los cortes en la ropa masculina, ilustrada en el grabado de Goltzius de un noble polaco (véanse ambos grabados en la pared a la izquierda).

Al entender los oficios de la sastrería y la confección, McQueen podía deconstruir la ropa con maestría. Un conjunto de tweed y cuero de Supercalifragilisticexpialidocious (otoño/invierno 2002–3) subvierte las prendas exteriores, la ropa interior y los accesorios en una chamarra confeccionada con un brasier con cinturón y arnés, con cordones que resaltan la parte trasera de la chamarra (como una columna vertebral) y los costados de un par de jeans.

En los diseños de los vestidos de McQueen surgen complejos patrones de confección, basados tanto en su destreza como en su sensibilidad táctil hacia la tela. Este grupo de vestidos confeccionados tras el contrato de McQueen con Givenchy demuestra su habilidad para la ligereza, adquirida durante su presencia en la casa de alta costura.

A pesar de retratar el retorno atlante de la humanidad al mar (un comentario sobre el calentamiento global del que se hace eco la monumental fotografía de Andreas Gursky que documenta las costas, también de 2010), el tono general de La Atlántida de Platón no era pesimista. Por el contrario, afirmaba la interconexión y la circularidad, con diseños de impresión azules tipo mándala que evocaban el océano cósmico y el poder vital del agua.