En palabras del lider arhuaco Jaison Pérez Villafaña, “El espíritu mío es viajero, pero tiene una casa: el cuerpo”.
  
Las semillas, como los cuerpos humanos, albergan un espíritu y contienen el potencial de vida y crecimiento. Enterrar una urna es, por tanto, similar a plantar una semilla. Para los arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta, cuando una vida humana termina, el ciclo de su vida se completa y el cuerpo se vuelve  alimento, como una especie de semilla. El cuerpo de una persona de las tierras bajas se nutrirá con semillas de las tierras altas, y viceversa, de modo que la totalidad de la semilla humana dentro de la urna sea completa, encapsulando y manteniendo así la integridad de su territorio de origen.