Hacia 1555, el artista español Alonso de Narváez recibió el encargo de pintar a la Virgen del Rosario, acompañada de San Antonio y San Andrés, para una pequeña capilla. La escena, pintada sobre un lienzo de algodón autóctono (un material precioso), se deterioró hasta el punto de no ser visible. 

Cuando una mujer del pueblo de Chiquinquirá encontró la pintura dañada, comenzó a cuidarla, rezando para que la Virgen se manifestara. El 26 de diciembre de 1586, se vio a la Virgen brillar con rayos dorados, y la pintura fue restaurada mágicamente. A partir de ese momento, se hizo famosa por obrar milagros; con el tiempo, llegó a tener mucho público, sobre todo durante la fiesta del Corpus Christi, cuando los grupos indígenas le regalaban estandartes de seda. En 1770, las autoridades españolas declararon a la Virgen de Chiquinquirá patrona de la Nueva Granada, título que aún conserva para Colombia. La pintura que se ve aquí es una versión de finales del siglo XVIII basada en la original.