Montaña del Diamante, 2004
La cordillera del Diamante, situada en la actual Corea del Norte, es una de las más veneradas de la península coreana. Desde la dinastía Joseon (1392–1910), antes de que la península se dividiera, los pintores literarios solían rendir homenaje a las Montañas del Diamante en una interpretación realista y tradicional. Esta escena reimaginada indica las raíces de Park Dae Sung, que aprendió de los antiguos maestros, así como su apertura a la experimentación contemporánea, como se manifiesta en sus pinceladas audaces y dinámicas.
Namsan en Gyeongju, 2017
Namsan se considera un lugar sagrado en Gyeongju, la capital del reino de Silla (57 a.e.c.–935 e.c.). En esta obra, Park Dae Sung, cuyo hogar está en Gyeongju, incorpora una multitud de esculturas y relieves de Buda, así como estructuras arquitectónicas de sitios culturalmente importantes del entorno de Namsan. La versatilidad de Park en cuanto a formas y pinceladas es evidente en el estilo abstracto ondulado.
Nieve en el templo de Bulguk, 1996
El templo de Bulguk, construido en el año 774, es tanto un Tesoro Nacional como un sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO. La escena paisajística de Park Dae Sung ejemplifica su conciencia del medio. Con finas pinceladas, utiliza el espacio negativo como la propia nieve, capturando la serenidad y el silencio de un entorno cubierto de nieve fresca. Después de su viaje a estudiar en Nueva York en 1995, Park se alojó en el templo de Bulguk durante aproximadamente un año.
Park Dae Sung: Virtuous Ink and Contemporary Brush
Park Dae Sung, también conocido como Sosan, es uno de los calígrafos y pintores de tinta más prolíficos de Corea del Sur. Nacido en 1945 y autodidacta desde los cinco años, Park es respetado por su consumado dominio de los estilos de los legendarios maestros chinos y coreanos de la tinta de siglos pasados. Su propia evolución artística es refrescantemente única, sin límites conceptuales, y representa la confianza de un maestro sin complejos y de mente abierta. El arte de Park invalida la polaridad de categorías como “tradicional” y “contemporáneo”.
Audio Meditation
Escucha las voces de Mamo Camilo Izquierdo y Jaison Pérez Villafaña (señores principales
Arhuacos) y participa en un ejercicio guiado de pensamiento profundo y reflexión sobre los
conceptos y las obras que se presentan en la exposición. (4 minutos)
Dechado
Estos mantelitos cuajados de bordados, conocidos como "dechados", eran elaborados por las niñas a modo de muestrarios de labores de aguja. En el siglo XVI formaban parte de una tradición ya firmemente asentada en Europa. Estos son los dos dechados mexicanos más antiguos que se conocen. La inclusión de un medallón bordado con la Inmaculada Concepción sugiere que fueron realizados en una escuela conventual.
Cocos chocolateros
Los cocos chocolateros, utilizados para beber chocolate caliente, fueron un elemento habitual en las casas de la alta sociedad virreinal. La afición de los españoles por el preciado elixir hizo que se convirtieran en codiciados objetos de exportación. Muchos se guarnecían con bases y asas de plata, y algunos se adornaban con inscripciones en las que figuraba el nombre de sus propietarios, como es el caso de un ejemplar que se exhibe aquí. Si bien el árbol del cacao era originario del continente americano, las palmeras de coco llegaron a México en el siglo XVI desde Asia.
Harinera
Este tipo de cuenco, conocido con el nombre de farinheira, se utilizaba para contener la harina de mandioca (farinha de mendioca), un alimento que era consumido por todas las clases sociales. En el siglo XVIII, a raíz del descubrimiento de yacimientos de oro en Brasil, se empezaron a elaborar farinheiras de este metal precioso. Las obras ejemplifican la fascinación por este material áureo desde los tiempos de El Dorado, el mítico país de oro que los conquistadores creyeron haber encontrado en América.
Placa de frontal de altar con un ángel
Placas de plata ricamente ornamentadas aderezaban los altares de las iglesias a lo ancho y largo del virreinato de Perú, y también se enviaban a otras partes del mundo como Jerusalén. Originalmente estas piezas se clavaban al armazón de madera de un altar de mayores dimensiones. Uno de los ejemplares que se muestran aquí representa el rostro de un ángel enmarcado por tres pares de alas, lo que posiblemente indica que es un serafín. Los otros dos ostentan aves, un motivo muy popular en la platería, la ebanistería y los tejidos andinos empleado antes de la llegada de los españoles.