Los bosques se componen no solo de plantas, sino de suelos, aguas, piedras, minerales, animales, sonidos, colores y sabores, así como de los seres humanos que los habitan. Los habitantes humanos confieren a estos bosques un significado simbólico y hacen un uso práctico de los recursos que ofrecen, y en el proceso dan forma a su propia esencia. 
  
En la Sierra Nevada de Santa Marta, el efecto de la intervención humana se ilustra en el hecho de que hay una mayor diversidad de plantas que crecen alrededor de los sitios antiguos que en las regiones de dispersión y selección natural. El Amazonas, también, es un jardín más que un bosque, modificado y moldeado durante milenios por la interacción humana. Como señala el arqueólogo Eduardo Neves, “lo que hoy vemos como bosque ‘prístino’ en la Amazonia es en realidad un paisaje cultural, resultado de la gestión humana consciente o de la actividad humana inconsciente durante miles de años. La continua gestión ambiental consciente e inconsciente de los indios amazónicos contemporáneos aumenta, en lugar de reducir, la diversidad ecológica”.