Las leyendas sobre una ciudad de oro situada en el norte de Sudamérica se remontan al siglo XVI. Sin embargo, en algunas de las primeras historias, “El Dorado” no se refiere a un lugar sino a una persona. Aunque una ciudad dorada sigue siendo una mera fantasía, hay pruebas reales de ceremonias que incluían a un hombre dorado. Un grabado de 1599, en este caso, ilustra una ceremonia en la que un cacique (gobernante) es cubierto de polvo de oro.
 

En 1638 se describió un rito parecido para la coronación de un cacique muisca, del que se dice que ofrendó múltiples objetos de oro  desde un barco en el centro del lago Guatavita. Historias e imágenes como estas alimentaron numerosas expediciones e incursiones en los territorios indígenas, y los intentos de drenar el lago Guatavita para recuperar el supuesto tesoro de su fondo (todos ellos fracasados) continuaron hasta el siglo XX.